“Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos”
Fedor Dostoyevski
Muchos pacientes acuden al médico de cabecera por tristeza. Tristeza por estar enfermos, por haber perdido a alguien, por no tener trabajo; a veces solo por vivir. Vivimos en una sociedad en que está muy mal visto estar triste, en especial si esa tristeza no está adecuadamente etiquetada, diagnosticada, codificada. En Estados Unidos las compañías aseguradoras solo pagan aquellos tratamientos en pacientes con diagnósticos específicos. Tal vez por ello el DSM -5 amplía los criterios para que alguien pueda acceder al prestigioso cajón de padecer un trastorno depresivo mayor: ahora bastan dos semanas de aflicción tras la pérdida de un ser querido para ganarse el distintivo.De esta forma la experiencia dolorosa, triste, de la pérdida se convierte en algo medicalizable, para beneficio principalmente de las compañías que venden antidepresivos y los médicos sin demasiados escrúpulos que los recetan.
Cerca de un 11% de la población americana mayor de 11 años toma algún tipo de antidepresivos, llegando a ser del 23% en las mujeres entre 40 y 50 años. La prescripción de antidepresivos en Reino Unido aumenta un 10% cada año desde 1998; cifras similares se observan en otros países incluido España.
Varios metanálisis han demostrado que el tratamiento con antidepresivos tiene escaso efecto en los casos de depresión leve; tampoco hay evidencia de que sean efectivos en los casos de duelo no complicado. Anna Wierzbloka argumentaba que en las sociedades occidentales existe una tendencia creciente a suponer que la felicidad es un derecho, lo que lleva a restringir cada vez más el rango de las emociones negativas consideradas aceptables o normales.
La industria farmacéutica no tiene escrúpulo alguno en vender fármacos al coste que sea: lo lleva haciendo desde sus orígenes.Moynihan señalaba que en la elaboración del DSM IV más del 56% de los panelistas participantes tenían vínculos con la industria; porcentaje que alcanzaba el 100% en el grupo de trastornos del ánimo. Los médicos generales tampoco están exentos de culpa. Como señalaba Dowrick un diagnóstico de depresión puede ser un atractivo instrumento para gestionar la incertidumbre en la consulta. El mismo Dowrick, profesor de Atención primaria en la Universidad de Liverpool, publicó hace unas semanas en BMJ un artículo clave para entender los peligros de medicalizar la tristeza. La única esperanza de evitarlo es, en su opinión, que los médicos no sigan los criterios del DSM-5.
Vivir entraña en ocasiones sufrir, y aprender de dicha experiencia. En palabras de Frankl: “cualquiera de los distintos aspectos de la existencia conserva un valor significativo, el sufrimiento también. El realismo nos avisa de que el sufrimiento es una parte consustancial de la vida, como el destino y la muerte. Sin ellos la existencia quedaría incompleta.”
El exceso de anestesia emocional tiene el riesgo de privar a la vida de sentido.
Dra. Verónica Espinoza Medrano
Residente Medicina Familiar y Comunitaria
Dra. Verónica Espinoza Medrano
Residente Medicina Familiar y Comunitaria
muy interesante...para reflexionar sobre los limites de la industria y nuestra responsabilidad y conciencia
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