lunes, 27 de enero de 2014

MEDICAR LA TRISTEZA

“Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos”

Fedor Dostoyevski

En la Viena de Sigmund Freud o Alfred Adler, Viktor Frankl estaba llamado a ser una de las figuras más importantes en el campo de la psiquiatría. En 1940 fue nombrado director de la sección de Neurología del Hospital de Rotschild, una posición sumamente comprometida puesto que dicho hospital atendía únicamente a pacientes judíos. Cuando creció el hostigamiento, se inició la deportación y la mayor parte de los símbolos judíos fueron destruidos, para el Dr Frankl la huida parecía la única salida posible. Consiguió sin demasiada dificultad el visado para emigrar a Estados Unidos, lo cual además de salvarle de un futuro ominoso bajo el nazismo, le permitiría avanzar en su prometedora carrera. Sin embargo no había visado para sus padres. El dilema que se le planteaba a Frankl no era sencillo: o renunciaba a un futuro seguro y prometedor ,o abandonaba a sus padres a su suerte. Tras muchas dudas, Frankl dejó caducar su visado. A diferencia de muchas otras víctimas del holocausto, Frankl pudo haberse salvado sin demasiados problemas. Pero decidió no hacerlo sabiendo perfectamente cuales serían las consecuencias. Una semana después la familia entera, Viktor Frankl, su mujer y sus padres fueron deportados a Auschwitz . Allí fue separado rápidamente de su mujer y de su madre, a quienes no volvió a ver nunca. Asistió en persona a la muerte de su padre. En esa situación pensó reiteradamente en el suicidio, la liberación de tanto sufrimiento. Sin embargo se conjuró consigo mismo en luchar contra esa idea de “lanzarse contra las alambradas “. Su experiencia en el campo de concentración le llevó a escribir un librito inicialmente titulado Un psicólogo en un campo de concentración. Aunque la primera edición no se vendió mal, la segunda fue un fracaso. Tuvieron que pasar veinte años y un cambio de título ( el Hombre en busca de sentido) para que pasara de ser un “Libro enfermo” a uno de los 10 libros de mayor influencia en los Estados Unidos según la propia biblioteca del Congreso, uno de los pocos grandes libros de la humanidad según Karl Jaspers. Frankl aprendió a reconocer el “valor madurativo del sufrimiento aceptado” en palabras de José Benigno Freire. Para Frankl, no es el sufrimiento el que da sentido al hombre, sino éste el que da sentido al sufrimiento. 





Muchos pacientes acuden al médico de cabecera por tristeza. Tristeza por estar enfermos, por haber perdido a alguien, por no tener trabajo; a veces solo por vivir. Vivimos en una sociedad en que está muy mal visto estar triste, en especial si esa tristeza no está adecuadamente etiquetada, diagnosticada, codificada. En Estados Unidos las compañías aseguradoras solo pagan aquellos tratamientos en pacientes con diagnósticos específicos. Tal vez por ello el DSM -5 amplía los criterios para que alguien pueda acceder al prestigioso cajón de padecer un trastorno depresivo mayor: ahora bastan dos semanas de aflicción tras la pérdida de un ser querido para ganarse el distintivo.De esta forma la experiencia dolorosa, triste, de la pérdida se convierte en algo medicalizable, para beneficio principalmente de las compañías que venden antidepresivos y los médicos sin demasiados escrúpulos que los recetan. 
Cerca de un 11% de la población americana mayor de 11 años toma algún tipo de antidepresivos, llegando a ser del 23% en las mujeres entre 40 y 50 años. La prescripción de antidepresivos en Reino Unido aumenta un 10% cada año desde 1998; cifras similares se observan en otros países incluido España. 





Varios metanálisis han demostrado que el tratamiento con antidepresivos tiene escaso efecto en los casos de depresión leve; tampoco hay evidencia de que sean efectivos en los casos de duelo no complicado. Anna Wierzbloka argumentaba que en las sociedades occidentales existe una tendencia creciente a suponer que la felicidad es un derecho, lo que lleva a restringir cada vez más el rango de las emociones negativas consideradas aceptables o normales.
La industria farmacéutica no tiene escrúpulo alguno en vender fármacos al coste que sea: lo lleva haciendo desde sus orígenes.Moynihan señalaba que en la elaboración del DSM IV más del 56% de los panelistas participantes tenían vínculos con la industria; porcentaje que alcanzaba el 100% en el grupo de trastornos del ánimo. Los médicos generales tampoco están exentos de culpa. Como señalaba Dowrick un diagnóstico de depresión puede ser un atractivo instrumento para gestionar la incertidumbre en la consulta. El mismo Dowrick, profesor de Atención primaria en la Universidad de Liverpool, publicó hace unas semanas en BMJ un artículo clave para entender los peligros de medicalizar la tristeza. La única esperanza de evitarlo es, en su opinión, que los médicos no sigan los criterios del DSM-5. 
Vivir entraña en ocasiones sufrir, y aprender de dicha experiencia. En palabras de Frankl: “cualquiera de los distintos aspectos de la existencia conserva un valor significativo, el sufrimiento también. El realismo nos avisa de que el sufrimiento es una parte consustancial de la vida, como el destino y la muerte. Sin ellos la existencia quedaría incompleta.” 

El exceso de anestesia emocional tiene el riesgo de privar a la vida de sentido.

Dra. Verónica Espinoza Medrano
Residente Medicina Familiar y Comunitaria